Mientras tanto, llega a Argentina Didi, que se promociona como “la plataforma de movilidad número 1 en el mundo”: la competencia china de Uber. 滴滴出行, “DiDi”, significa literalmente “bip-bip”, la onomatopeya del ruido de la bocina. Empezó a operar en el área metropolitana de Buenos Aires el martes 17 de noviembre; pueden dar fe las publinotas gemelas que publicaron Clarín (“brand studio”) y La Nación (“content lab”). Su nombre completo es Didi Chuxing Technology Co; antes fue Didi Kuaidi, formada por la fusión de dos competidoras, Didi Dache (con fondos de Tencent, el gigante de telecomunicaciones chino) y Kuaidi Dache (respaldada por Alibaba, el gigante de retail chino). Didi es la suma de esas pymes. Según Bloomberg, saldrían a oferta pública el año próximo en Hong Kong con una valuación de 60 mil millones de dólares.
Didi, o mejor dicho Didi Dache, se fundó en 2012, cuando Uber ya tenía tres años operando. Pero igual se la desayunó con medialunas. Uber entró a China en 2014, asociada con Baidu (el Google chino), pero en 2016 tuvo que aceptar la oferta de compra de Didi.
Hoy Didi opera con ese nombre en Chile (donde tiene socios), Australia, Nueva Zelanda, Japón, Rusia, Panamá, Costa Rica, Colombia, Perú y República Dominicana. Pero también trabaja en Brasil, donde compró la empresa 99; tiene inversiones en las compañías de movilidad Lyft (Estados Unidos y Canadá), Grab (Singapur, Tailandia, Malasia, Vietnam, Filipinas, Birmania y Camboya) y Ola (Reino Unido, India, Australia y Nueva Zelanda).
En Argentina, según sus publinotas, ya contarían con “una flota de 30 mil conductores, de los cuales 15 mil son usuarios particulares”. Sí, flota de conductores. Las condiciones de legalidad, al parecer, son las mismas que las de Uber: de facto.