Hay lejos y hay cerca, hay boomerangs de ultratumba y palabras como drones, hay algoritmos y hay pelos. El vendaval que se llevó puesta a la Selección Nacional de Rugby esta semana tuvo un poco de todo eso. Alejandro Bercovich habló en su editorial del martes del “efecto Maradona”; podría ser un caso extremo del meme “fua el Diego”, que en menos de d10s días convirtió al ídolo en milagrero. Tan tranquilitos estaban Los Pumas en su frasco de meritocracia y valores en inglés; apenas Dicky del Solar se burlaba un poquito de ellos. Con todo lo que 2020 nos tiró por la cabeza, casi habíamos olvidado el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, en enero, por una pandilla que lo pateó hasta matarlo al grito de “negro de mierda”, porque sí, porque no les gustaba su cara. Y entonces se vino a morir Diego, y entramos en un estado de conmoción y emoción colectiva pocas veces visto. No es delito conmoverse poco, ser pecho frío, pero el “homenaje flojo” de Los Pumas a Maradona fue la hendija en la que anidó y creció un malestar informe, casi una acusación, ligada a no sintonizar con las emociones del pueblo. Un problemita de pathos. Y fue eso lo que abrió la caja de Pandora del pasado.
Nadie resiste un archivo, pero hay que decir que los tuits de los rugbiers Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino son realmente fuertes. Me impactó la fijación con los pelos: “El odio a los bolivianos, paraguayos, etc nace de esa mucama a la que una vez se le cayó un pelo en tu comida”. Lo leo otra vez: el odio nace de la mucama. “Voy a rapar a la mucama la puta madre”. Como si no pudieran soportar ningún rasgo de humanidad de quien trabaja para ellos; como si prefirieran robots. Bien mirado, es una linda aspiración para el futuro: trabajo digno para todes, y andá a putear a las máquinas. O servite la comida vos.