Pavel Durov, creador y director de Telegram, nació en Leningrado cuando Mark Zuckerberg empezaba a gatear. Creció en Turín y estudió ¡filología! en su ciudad natal, ya San Petersburgo. Allí creó una biblioteca digital para compartir libros y apuntes, que derivó en un foro universitario. Un amigo que vivía en Estados Unidos leyó una nota sobre ese foro e invirtió en él; así nació VKontakte, VK, mal llamado “el Facebook ruso”. Según la Wiki, Durov es “conocido por sus ideas libertarias y por creer en la libertad para compartir archivos”. Tras años de resistir presiones del Kremlin, en 2014 Durov dejó la empresa y el país, con un pasaporte de la isla caribeña St. Kitts and Nevis. Acababa de crear Telegram.
Politico lo llamó “el disruptor número 1 de Europa” para 2021. Se acusa a Telegram de ser un nido de nazis y conspiradores de QAnon (N19P03), ya que no está regulada; pero esa libertad permite postear a la líder de la oposición bielorrusa Svetlana Tikhanovskaya (N12P05).
Durov considera a Telegram una organización “apátrida” y “sin fines de lucro”; hoy tiene sede en Dubai. El gobierno ruso lleva años tratando de cerrarla, pero como no gana dinero ni retiene datos de sus usuaries, se le complica. Hasta ahora, fue financiada con los ahorros personales de Durov (según él). El 23 de diciembre, aseguró que no la venderá, y que este año cobrará algunos servicios premium para empresas; promete “beneficiar a la comunidad”.
¡Es anticonsumo! “Nuestros problemas están causados por el exceso de consumo”, asegura en el post “Consumí menos. Creá más. Es más divertido”. Sostiene que la naturaleza nos preparó para lidiar con la escasez de azúcar e información, no con la abundancia.
El 8 de enero decía: “Escuché que Facebook tiene un departamento entero dedicado a entender por qué Telegram es tan popular. Estoy feliz de ahorrarle decenas de millones de dólares y regalar nuestro secreto gratis: respetá a tus usuaries”.
Circula en Telegram este meme hermoso. Saludos de Foucault.