El sueño de la ciudadanía estadounidense está más cerca, no para ruses pero sí para casi once millones de inmigrantes ilegales. Entre las 17 medidas que firmó Joseph Robinette Biden en su primer día como presidente de Estados Unidos, hay un proyecto de ley migratoria calificada como “la más progresista en la historia”. En esa línea, mandó un memorándum al Departamento de Seguridad Nacional y al fiscal general para preservar el programa DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals, Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que había sido recortado por Donald Trump en 2017. El programa DACA, creado por Obama en 2012, protege de la expulsión a aquellas personas que entraron ilegalmente a Estados Unidos durante la infancia, y crecieron en el país. Se estima que son cerca de 650 mil. Se organizaron bajo el nombre de dreamers, soñadores, a partir de un proyecto de ley presentado en 2002: la Ley de Desarrollo, Ayuda y Educación para Menores Extranjeros (DREAM, por sus siglas en inglés)
El DACA fue pensado como un parche: permite recibir permisos de trabajo por dos años, y es necesario renovarlo luego. La idea de Obama era sacarlo como medida urgente hasta tanto hubiera una buena ley de inmigración. Pero la ley nunca llegó, y el DACA permanece. Trump intentó desmantelarlo muchas veces, pero la justicia no lo permitió; logró, eso sí, impedir que se sumaran nuevas solicitudes desde 2017. Ahora, Biden garantiza la continuidad del programa y avanza hacia una ley.
La mayor parte de los dreamers nacieron en México. Otra de las medidas que Biden firmó el miércoles fue detener la construcción del famoso muro fronterizo con el que Trump hizo campaña. Al parecer, ni habían construido tanto, ni lo había pagado México.
Biden está dando señales de buscar reparación; la palabra que marcó en su discurso fue “unidos” (“Los Estados Unidos de América”). Ya llegará el tiempo de tragar sapos, como marca este meme, diciendo: “Por lo menos no es Trump”.