Lo peor de Robinhood no es que incite a apostar de manera adictiva, ni que haya sido desleal con sus clientes: es su modelo de negocios.
En WallStreetBets se lee “Power to the people” y hay quienes dicen sentirse “como en la internet del 2000 otra vez”. La internet horizontal, que prometía democratizarlo todo. Pero en tres clics se llega a un callejón sin salida: los dueños son siempre los mismos.
Robinhood comete el peor de los pecados: va en contra de lo que su nombre promete. En 2018, Bloomberg tituló “Robinhood gana casi la mitad de sus ingresos en un polémico acuerdo con los operadores de alta velocidad” (high speed traders). Claro, ¿de qué vive un broker que no cobra comisión? De vender los datos de sus usuaries (“robar los datos a los pobres para vendérselos a los ricos”, dicen acá). Lo hace tercerizando la operación a Citadel Securities y otras empresas de alta velocidad, o alta frecuencia de operación (high-frequency trading firms), también conocidas como market makers, “creadoras de mercado”: empresas “dispuestas a comprar y vender acciones de forma regular y continua a un precio cotizado públicamente”. El polémico payment for order flow. Estas compañías ejecutan las inversiones, pero antes usan inteligencia artificial y fibra óptica para comprar y vender en milisegundos, con la información de los brokers.
A todo esto Citadel Securities es parte de Citadel, el grupo corporativo más responsabilizado por la burbuja inmobiliaria de 2008. Citadel invierte en Melvin Capital, la gran perdedora del GameStonk, y ya le transfirió fondos ganados con sus pérdidas. Estoy mareada. ¿Qué capital especulativo detrás del capital especulativo la trama empieza?
Por otra parte, Reuters reportó el miércoles que BlackRock, uno de los fondos de inversión más grandes del mundo, podría haber ganado 2400 millones de dólares, ya que poseía el 13% de GameStop. Y el resto tampoco está en manos de particulares.
Entonces, como dice Alexis Goldstein, “no es David contra Goliat sino Goliat contra Goliat, y David es la hoja de higuera”. La desregulación que dejó Trump es la alfombra roja de la especulación.