“Me mandé una cagada”, dijo Martínez cuando lo encontraron cerca del cadáver de Úrsula, cubierto de sangre. La frase me resultó familiar.
El 31 de agosto de 2019, Tobías Zuchelli despertó a su abuela a los gritos: “Me mandé una cagada con Emilce”. Emilce era su novia, de quince años, asesinada a golpes en el fondo de la casa. “Me mandé una cagada, por la nena no pude hacer nada”, dijo Sergio Oliveira el 2 de marzo. La nena era su prima Guadalupe, de diez años, a quien había matado e incinerado. Las mismas palabras dijo Santiago Sosa después de acribillar a Luciana Fioretti; las envió por WhatsApp Mariano Cordi, el asesino de Valeria Coppa; las escribió Gabriel Presbiterio después de matar a su esposa, Verónica Rearte, y a su suegra, Cristina Reinoso. Fue lo que le dijo Gabriel Guevara a su hermano Pablo después de golpear y asfixiar a su esposa, Marcela Coronel; y la frase de Mario Ruiz Díaz, tras matar a Karina Abba. Para qué aburrir.
Una cagada. Un lamentable error. Jorge Mangieri tiró el cuerpo de Ángeles Rawson al CEAMSE en una bolsa de residuos.
“Hay algo claro sobre la naturalización de la violencia de género entendida como un error, como un ‘me pasé de mambo’. Es bajarle el precio de un modo burdo al asesinato de una mujer”, le dijo la antropóloga María del Mar Ramón, de la ONG Red de Mujeres, a BigBang News.
Si fue “una cagada”, un error, ¿cuál era el plan A? “Adoctrinar, pero no eliminar”, dice Paula Giménez en un video de FiloNews. “Los femicidios son la consecuencia de una sociedad que todavía sostiene que las mujeres somos propiedad privada de los varones. Y de eso, varones del mundo, hay que hacerse cargo”. Como muestran los perritos del meme, parece que es más fácil hacerlo frente a mujeres que frente a otros varones. Se dijo en Twitter: “Nosotras experimentamos este dolor en forma colectiva y a ellos los interpela desde lo individual. ‘Yo no soy así’ .