España arde: van cinco noches de protesta tras la detención de Pablo Hasél, un rapero catalán que canta en contra de la monarquía. La policía se lo llevó el martes de la Universidad de Lérida, donde se atrincheraba. Desde 2014, acumula condenas que suman más de cinco años de prisión por “enaltecimiento del terrorismo”, “calumnias e injurias contra la Corona” y “calumnias e injurias contra las instituciones del Estado”. Había recibido un ultimátum de la justicia para presentarse a cumplir nueve meses, pero se negó, así que lo fueron a buscar. Y desde entonces no hay paz en España. Bueno, antes tampoco había.
El caso reaviva los debates por la libertad de expresión. Joan Manuel Serrat, Pedro Almodóvar y Javier Bardem encabezan una solicitada en defensa de Hásel firmada por más de 200 artistas: “El Estado español se está equiparando a países como Turquía o Marruecos, que también cuentan con varios artistas encarcelados por denunciar los abusos que se cometen desde el Estado. (…) Somos conscientes de que, si dejamos que Pablo sea encarcelado, mañana pueden ir a por cualquiera de nosotros, así hasta conseguir acallar cualquier suspiro disidente”.
“Odiar el racismo, el machismo, la homofobia o el imperialismo no debería ser delito”, decía Hasél en una entrevista en 2018. “Debería serlo incitar al racismo, a la homofobia, al machismo… El delito de incitación al odio debería defender a los oprimidos y no a los opresores”. Y cerraba: “No voy a defender la libertad de los fascistas”. Así comienza su última canción: “Oye tirano, no sólo hay para tu padre,/ que el grito republicano, tu tímpano taladre. / Al oprimido amo, odio el reinado opresor, / que coma tu familia del contenedor.”
Hásel es un nombre autoelegido. “Hace muchos años, en la biblioteca, leí un libro de cuentos cortos de literatura árabe. Había un personaje, un guerrillero, que ejecutaba a una monarquía”, contó. “No recuerdo el nombre completo, pero una parte era Hasél. Me lo quedé”.