Al otro lado del río (Paraguay), Formosa también arde. Desde el comienzo de la pandemia, hace casi un año, el gobernador Gildo Insfrán, que ya lleva 25 ininterrumpidos en el poder, estableció restricciones durísimas. Un cierre de fronteras sin fisuras dejó a miles de formoseñes aislades y lejos de sus familias y hogares; uno de ellos, Mauro Ledesma, se ahogó intentando cruzar a nado el río Colorado. Establecieron un protocolo de detención de toda persona ligeramente sospechosa de haber tenido contacto con el COVID por 25 días. En escuelas y polideportivos, se armaron centros de detención donde las personas se hacinaban “como animales”, según contaron quienes pasaron por allí. Esto fue denunciado reiteradamente como violaciones a los derechos humanos por organismos como Amnistía Internacional.
El lunes, TN publicó un informe donde se ve una entrevista en video a una vecina de Ingeniero Juárez. Ella cuenta que la policía entra en las casas de madrugada y se lleva a las personas sospechosas de COVID “de la cama”; que a las embarazadas las llevan al hospital, les practican cesárea, las mandan a centros de aislamiento y se llevan a los bebés; asegura que por eso, “muchas embarazadas se esconden en el monte”.
Ayer, ante un brote de 17 casos de COVID en la capital provincial, se ordenó un retroceso de toda la provincia a la fase 1: cuarentena estricta. Hubo movilizaciones y represión, con varias personas presas, entre ellas periodistas. Allí se escuchó el grito de “¡dictador!”, luego hecho hashtag: #Insfrandictador.
Yo no recuerdo -perdón si es desmemoria- que tanta gente junta le haya gritado algo así alguna vez a algún gobernador argentino.
Al cierre de esta edición, seguían las protestas.