“El ayuno, en estos tiempos, debería ser digital?” pregunta Santiago Cavanna en un tuit de ayer.
La noción de ayuno digital circula desde hace rato y tiene, sí, un valor de privación voluntaria de los consumos mundanos para reconectar con lo espiritual. Solo que en este caso la privación no es física, sino mental.
Hace un tiempo jugué con la idea de un shabat laico: ayuno digital desde la primera estrella del viernes hasta la primera del sábado. Lo cumplí solo una o dos veces; fue hermoso. Desde agosto, dedicar el sábado a diezpalabras me lleva en la dirección contraria.
Cavanna ilustra la propuesta con un meme de la última cena, donde Jesús mira con sospecha a las tecnologías que lo rodean: “Uno de ustedes venderá mis datos”. Y se queda corto: no es una, son todas. Acá nadie está para tirar la primera piedra.