El jueves, Neuralink (N01P06), la empresa dedicada a interfaces cerebro – máquina de Elon Musk, difundió un video de un mono jugando un videojuego -según dicen- con su mente. El mono tiene implantado en su cerebro un chip que capta las señales motrices y las envía a otros dispositivos para traducirlas en movimientos. Según cuentan, le enseñaron a jugar al Pong con un joystick, recompensándolo con licuado de banana; luego quitaron el joystick. Neuralink dice que el mono jugó “MindPong”, Pong mental. Musk dice que jugó “telepáticamente”.
Según Musk, “el primer producto Neuralink va a permitir a alguien con parálisis usar un smartphone con su mente más rápido que alguien usando sus pulgares”, y versiones posteriores “podrán desviar las señales de los Neuralinks del cerebro a los de los grupos de neuronas motoras/sensoriales del cuerpo, lo que permitirá, por ejemplo, que los parapléjicos vuelvan a caminar”.
Decía Jorge Carrión en el New York Times: “Elon Musk y muchos otros emprendedores disruptivos y multimillonarios están invirtiendo en proyectos de neuroimplantes, que, al mismo tiempo que ayudarán a neutralizar la parálisis cerebral o el Alzheimer, también mejorarán brutalmente la memoria o la capacidad de aprendizaje de quien pueda pagárselos. Y multiplicarán fortunas que ya están fuera de toda escala”. La dimensión cyborg como otra brecha, casi un sistema de castas en el horizonte.
“El desfase entre la velocidad de la humanidad y la de cada uno de los seres humanos que la componen se está convirtiendo en un fallo central del sistema”, advierte Carrión. “Mientras los ricos se vuelven cada vez más ricos y acumulan más información y más conocimiento, millones de personas son atropelladas por la velocidad excesiva de la realidad. Es urgente incluir una fuerte dimensión ética en la carrera vertiginosa, afrodisíaca, de los dispositivos, las redes, la innovación”. El acceso equitativo a las tecnologías de aumento de capacidades es uno de los cinco neuroderechos (N07P01).