Hay muchas formas de morir joven. Biden anunció la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, tras casi veinte años. “La guerra en Afganistán nunca debió ser una empresa multigeneracional”, dijo el miércoles. Ya es tarde: ya la llaman Vietnam 2.0.
Soldado que vuelve sirve para otra batalla. Esta retirada coincide justito con el mayor incidente diplomático con Rusia en varios años: Biden decidió sancionar a Rusia por representar “una inusual y extraordinaria amenaza para la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos”, en sus palabras. Considera que la agencia de inteligencia exterior rusa interfirió en las elecciones estadounidenses de 2020 y que tiene responsabilidad en el hackeo de SolarWinds, entre muchas otras cosas. Entre las sanciones se incluye inhabilitar la operación en Estados Unidos de seis compañías tecnológicas rusas, impedir la circulación de bonos de deuda de Rusia en el mercado estadounidense y expulsar del país a 10 funcionarios rusos del área de inteligencia. De paso, se quejan de la invasión rusa a Crimea en 2014 y del maltrato al opositor Alexei Navalny (N02P05, N21P07, N23P09), que en este momento está preso, en huelga de hambre y -según su médico- en peligro de muerte. Menos mal que liberan las tropas; para conflictos multigeneracionales no hay como los viejos conocidos.