Donde vamos no necesitamos olfato.
Vamos al metaverso (N34P01). Suena a ciencia ficción pero se está pensando para el trabajo. Fábricas, oficinas, escuelas en el metaverso, donde interactuaremos (interactuariola) a través de avatares. Con imágenes y sonidos, sin olores (por ahora). BMW ya está poniendo plata, y no es para jugar, pero sí aprende de la industria de los videojuegos. Y ahí hace décadas se viene insistiendo con dos palabritas: experiencia inmersiva.
Cuando yo era chica, una experiencia inmersiva era aprender un idioma viajando al lugar donde se habla. O tirarse a una pileta. No sé por qué se dice inmersión si hablamos de sumergirse (quizás sea porque “sumersión” – N06P07 es otra cosa: es de lo que murió Facundo Astudillo Castro, que desapareció hace un año y un día, y para quien todavía no hay justicia).
Ahora lo que se busca inmersivo es el zoom. Es la previa del metaverso: mientras terminan de ponerlo a punto y armarnos los avatares, vamos con simulación de espacios 3D. “La vista inmersiva de Zoom podría hacer que las videollamadas se sientan un poco más como en persona”, tituló The Verge. A la larga, está hablando de uno de esos fondos virtuales; pero en este caso, podría mostrar las caritas como coexistentes en un espacio (inventado). Así la “sala virtual” empezaría a parecerse un poquito más a una sala, y podría personalizarse: auditorio, sala de reuniones, aula.
Mis primeras videollamadas masivas fueron un cumpleaños, una conferencia y un velorio internacional. Me shockeó que se vieran igual. “Imagino que pronto estos protoespacios virtuales se especializarán para ofrecer ‘modos’: modo cumpleaños, salida nocturna, clase, reunión comercial, mitín político y así”, escribí en abril de 2020. Un año después, está llegando (Microsoft ya lo tenía en Teams y Skype hace rato).
Escuché una publicidad de algún dispositivo que decía: “Jugar ahora es vivirlo”. Vivir en un continuum ciberfísico (N15P01), o al menos híbrido (N05P03), diseñado en base a videojuegos.