“La policía no me cuida, a mí me cuida la primera línea de mi barrio”, dice este tuit del colectivo colombiano Puro Veneno. Lo primero que veo es el paraguas cubriendo las caras, como en las protestas de Hong Kong. ¿Primera línea no le decíamos, ayer nomás, al personal esencial? Aquí, por ejemplo: “En Primera Línea es un espacio para escuchar las voces de quienes trabajan en el epicentro de la pandemia de COVID-19 (…) que exponen su integridad física para proteger al resto. (…) personal médico, policías, bomberos, personal de limpieza, trabajadores de funerarias, entre muchos otros (…) quienes no pueden quedarse en casa.”
Pero ante el conflicto social, la noción vuelve a su acepción anterior, ligada al frente de batalla. Necesitaríamos un retrónimo (N36P01) -“primera línea de combate” contra “primera línea sanitaria”, por ejemplo- para salir del largo malentendido de tratar la pandemia como una guerra.
“Luego del triunfo de las y los autoconvocados de la salud de Neuquén (N34P08), el Gobierno del MPN comenzó la persecución contra la ‘primera línea’, con descuentos salariales, sumarios y causas penales contra las y los trabajadores”, publicó La Izquierda Diario el jueves, acerca de una provincia con experiencia en violencia policial.
En Chile se llama primera línea a “un colectivo de manifestantes, en su mayoría encapuchados o con el rostro parcialmente cubierto, dedicados a enfrentar físicamente a Carabineros en el contexto del estallido social”. Viene de las protestas de Hong Kong, y circuló en las de Black Lives Matter. “La idea básica (…) es que quienes están en primera línea asumen riesgos personales para proteger a quienes les rodean, idealmente con (pero a menudo sin) un equipo de protección distintivo, y que estos riesgos ayudan a impulsar todo el movimiento. Esta es también la razón por la que el concepto se extendió tan fácilmente a la respuesta a las pandemias, porque la lógica básica del riesgo personal en apoyo de la lucha es más o menos idéntica“, dice Chuang. Tanta batalla.