En estos días se sumaron varies suscriptores (¡bienvenides!). Ante la pregunta “¿Desde dónde leés?”, uno decía: “Fiske Menuco, Río Negro, aunque en el mapa lo vas a encontrar con el nombre del genocida Roca”. Unos días después, otra puso “Furilofche”, ya sin aclaración. Algo pasa cuando los topónimos empiezan a disputarse.
Esa misma tarde, Pablo Stefanoni compartió el artículo “Wallmapu o las nuevas formas de la peligrosidad mapuche”, de Claudia Briones y Patricio Lepe-Carrión, publicado en el número de marzo – abril de la revista Nueva Sociedad. Allí analizan cómo “en los últimos años los mapuche volvieron a ser ubicados en el lugar de ‘enemigo interno’ tanto en Chile como en Argentina, en medio de procesos de lucha por la tierra”. Mencionan la presencia de la bandera mapuche en el estallido chileno, la violencia del ejército chileno contra la hija del joven mapuche asesinado Camilo Catrillanca, el asesinato de Rafael Nahuel cerca de Bariloche (Furifloche) y sus reacciones. Explicitan: Wallmapu es el nombre del territorio mapuche. Las fronteras, ya sabemos, se mueven.
“Entre algunos sectores, el llamado ‘problema mapuche’ –identificado como tal durante los procesos de conformación del Estado-nación moderno–, en referencia al Wallmapu (territorio mapuche), parece haberse reinstalado con inusitada fuerza, aunque con superficies de emergencia mucho más ambiguas, contradictorias y disputadas. Hoy, expresiones populares y masivas de identificación con lo subalterno que cuestionan procesos de racialización que nos constituyen aparecen de manera esporádica y fluctuante. A la par, opera una sostenida impunidad entre los altos mandos policiales, judiciales y gubernamentales para encarar delitos cometidos por la fuerza pública en contextos de reivindicación territorial mapuche”, dicen.
De les 155 convencionales constituyentes que escribirán la próxima constitución de Chile, 17 son parte de los pueblos originarios, y 7 son mapuches.