Apuntaba el periodista español Moha Gerehou, autor del libro Qué hace un negro como tú en un sitio como este: “Algo que ya se ve en EEUU y ahora empezamos a ver en España es a grandes empresas haciendo campañas con el antirracismo como reclamo. Amplía la difusión, y eso podrá ser positivo, pero el riesgo de que sea un lavado de imagen si no viene acompañado de cambios profundos es enorme”.
Todo llega: esta semana, la marca de harina Blancaflor (de Molinos Río de la Plata, empresa alimenticia alimenticia líder en Argentina) sacó de sus envases la imagen de la “cocinerita”, que la identificaba desde 1952. La “cocinerita”, como le dicen ahora, era negra. Esta movida viene casi calcada del cambio de la marca estadounidense Aunt Jemima (N25P05), en febrero; muchas otras marcas están “transicionando” (así lo dicen) en el mundo. Pero acá se hizo justo sobre el 25 de Mayo, una fecha sensible al activismo afro, que acusa a las tradiciones escolares de blackface (pintar a les niñes de negro con corcho quemado). ¿Quizás dos años sin actos escolares cambien esa costumbre?
Por supuesto que hubo *polémica en redes* (entre los memes me quedo con el de Don). Mucha gente se quejó del cambio de logo. Me causó gracia, entre tantos, este tuit: “Buscan la destrucción de las tradiciones para que a las nuevas generaciones les parezca normal las barbaridades que proponen. Blancaflor me recuerda a mi madre y por eso la compro, todas las tardes amasaba cosas ricas para la merienda de sus 6 hijos. Jamás vi una esclava negra.” Qué diría la madre… Pero la obra suprema es esta de un escritor de Valcheta, que acusa a la empresa de “felonía”. “¿Dónde está la Negrita de mi infancia? Las tortas y los dulces ya tendrán otro sabor porque falta ella. Y me sentiré desolado porque ya no me estará esperando en las estanterías de los comercios. Señores de Molinos, recapaciten, no me roben parte de infancia y juventud”. Publicidad, oficio de equilibristas.