El sábado circuló un video: alguien cae desde un puente. El puente es el Pío Nono, sobre el río Mapocho, en el centro de Santiago de Chile, a metros de la Plaza Dignidad (o Plaza Italia, o Baquedano). La persona tiene 16 años y no cae por accidente, según se ve, sino por influencia física de carabineros.
Fue el viernes 2, en medio de una represión con hidrantes a una masiva manifestación. Carabineros tuiteó: “En incidentes que se generan en inmediaciones de Plaza Baquedano y, por causas que se investigan, una persona cayó al río Mapocho desde el puente Pío Nono”. Otras fotos muestran a manifestantes sacando al adolescente del agua. Le diagnosticaron fractura bilateral de muñecas y traumatismo encéfalo craneano; estuvo internado hasta el viernes, “en calidad de detenido”. El policía que lo empujó, Sebastián Zamora, fue desafectado, denunciado por la fiscal Ximena Chong y detenido; desde entonces Chong sufre amenazas. La ONU pidió que se investigue. A dos semanas del plebiscito para reformar la Constitución, siguen las protestas, y Carabineros sigue informando que detiene a “antisociales”.
Caer en tentaciones, en trampas, bajo influencia. Nos caemos de las reuniones remotas cada vez que hay viento o alguien mira fuerte los cables que nos atan al mundo. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, decía ante los índices de pobreza del Indec: “Hay gente que cayó en la pobreza a partir de la pandemia”. ¿De dónde se cae? Alberto Fernández dijo: “tenemos el deber y la obligación de tender la mano al que cayó en el pozo de la pobreza, y ayudarlo otra vez a subir al escenario de la sociedad”. Según el Banco Mundial, “más del 1 por ciento de la población del mundo caerá en la extrema pobreza” por culpa del COVID-19; entre 88 y 115 millones de personas. Como Alicia por la madriguera del conejo: “Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer? –Me gustaría saber cuántas millas he descendido ya –dijo en voz alta–. Tengo que estar bastante cerca del centro de la tierra.” .