Van 800.000 hectáreas quemadas en California. Están evacuando localidades enteras. El último foco, en El Dorado, fue prendido por un “dispositivo pirotécnico”: una cajita con explosivos que debían dar humo de color. Puntualmente, celeste o rosa. Fue en una “fiesta de revelación de sexo”; en inglés, “gender reveal party”, el domingo. En pleno siglo dieci..
Mientras una minoría intensa lucha por abolir la discriminación de género, combate el binarismo heteropatriarcal y plantea el género como un espectro, miles de personas gastan fortunas en fiestas celestes o rosas donde todo gira en torno a mostrar los genitales de alguien que todavía no nació. Para indignar más aún a la progresía angloparlante, las llaman “gender reveal party” (se les responde que en todo caso sería “sex reveal party”, en tanto lo que muestran es el sexo biológico nomás). Estas fiestas se convirtieron en una industria y un espectáculo de ostentación, donde cada familia compite a través de las redes sociales por la foto más espectacular. Pero no alcanza con gastar fortunas, predeterminar roles de género y ser recalcitrantemente binarista desde antes de la cuna: además, incendian. No es la primera vez que pasa: en 2017, una de estas fiestitas quemó 18 mil hectáreas en Arizona, puso a trabajar a ochocientos bomberos y trajo pérdidas de ocho millones de dólares.El lunes, Jenna Karvunidis, la influencer a quien se atribuye haberlas inventado en 2008, tuiteó: “¿Podríamos dejar de tener estas estúpidas fiestas, por favor? Gracias”.