Otra de whistleblowers. “Sé que tengo sangre en mis manos”, escribió Sophie Zhang, una ex empleada de Facebook, en un memo interno que dio a conocer Buzzfeed el lunes pasado. “He encontrado múltiples intentos flagrantes de gobiernos extranjeros de abusar de nuestra plataforma a gran escala para engañar a su propia ciudadanía (…). Yo, personalmente, tomé decisiones que afectaron a presidentes, y actué en contra de tantos políticos importantes a nivel mundial que perdí la cuenta”. Dio ejemplos de cómo Facebook no hizo lo suficiente para desarticular campañas con bots y perfiles falsos que afectaron la política de Honduras, Azerbaiján, Rusia, Brasil, Bolivia, Ecuador, España, India, Iraq, Indonesia, Italia, El Salvador y Estados Unidos, en muchos casos directamente relacionadas con elecciones nacionales. Zhang estaba a cargo de informar estas campañas para desactivarlas, y notó que por falta de recursos, muchas veces no se hacía el esfuerzo. “Un gerente de Respuesta Estratégica me dijo que buena parte del mundo era el lejano oeste y que yo era un dictador part-time”, dijo. “Ilustra la enorme presión que sentía”.
El martes Kim Kardashian anunció que congelaría sus perfiles de Facebook e Instagram (con 188 millones de seguidores) por 24 horas para protestar por la inacción de Facebook contra el discurso de odio, sumándose a la campaña #StopHateforProfit.
Ayer el gobierno de Turquía anunció la creación de un departamento de comunicación estratégica para combatir “propaganda psicológica y operaciónes de percepción”.
¿Se considerarán whistleblowers también Tristan Harris, Justin Rosenstein, Tim Kendall y los otros ex ejecutivos de Silicon Valley que protagonizan el documental The Social Dilemma? ¿Dónde está el límite entre whistleblower y arrepentide?