“Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. (…) sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en la Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros.” El comunicado de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva se difundió el martes y sigue sonando. Es fuerte leerlo tal como lo sacaron, sin diseño, hasta con errores de tipeo. La última frase queda trunca: “No queremos que vos seas el próximo paciente en nuestra Terapia Intens”. Y después las firmas. Como si hubieran tenido que dejar de escribir para atender algo más importante. La corrección como un lujo que no pueden darse.
No recuerdo escuchar la palabra antes de este año. Una más entre tantas especialidades médicas. ¿Qué se intensifica y les identifica? Lo intensivo son los cuidados; gente que se define en la vida por cuidar a otra intensa, intensivamente.
Pienso en la canción de Soda. Si algo está enfermo / Está con vida. Solo Cerati podía rimar “intensiva” con “lasciva”; la impunidad de los inmortales. Haré lo que me pidas / haré que me lo pidas. Años después se lo pedimos de mil maneras, nuestro amor en terapia intensiva / incentiva. Pero la terapia de amor intensiva no alcanzó. A veces no alcanza. Ayer se cumplieron seis años de su muerte. No escuchamos más palabras lascivas.
El miércoles, Amnistía Internacional difundió un informe titulado “Más de 7000 profesionales de la salud murieron a causa del COVID-19 en el mundo”. En Argentina van 80. Lo sucedido / nos lastima.