Más 80’s vibes. “Y que nadie me venga que viene la guerra / porque entonces qué diablos fue lo que aprendimos”, cantaba Litto Nebbia con la voz limpia en las Coplas del Musiquero, del 87, cuando también éramos campeones.
La guerra era todavía el recuerdo cercano de un sobresalto, de algo que había llegado como de otra época, demasiado rápido demasiado cerca, sin aviso. Una pesadilla vuelta real en chasquido de dedos abriendo un whisky, un zombie siempre listo para sacar la mano de la tierra. Soy de la generación que empezaba la primaria cuando estalló Malvinas. Me recuerdo en el auto con mi mamá escuchando la radio a la vuelta de la escuela; la palabra me reventó en la oreja. Guerra. “Yo creía que las guerras eran algo de antes, como los reyes y las princesas”, le dije.
Esa guerra cumplió cuarenta en abril; “Malvinas” también tuvo sus votos como palabra del año. Y su revival con “Muchaaachooos”, que puso a toda la generación sub 35 a cantar “de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. La herida incicatrizable late en la asombrosa persistencia de “el que no salta es un inglés”, coreado en cada esquina de este mes.
El 24 de febrero, a las 12.25 am de Argentina, Federico Aikawa tuiteó: “Terminó la pandemia!”. Después de dos años, la atención global abandonaba al COVID para fijarse en otra amenaza. Vladimir Putin acababa de anunciar su “operación militar especial” de “desnazificación” en el Donbass, Ucrania. Apostaba a un ataque relámpago: terminar antes de que se llegara a decir “guerra”. Misión falló.
A lo largo de estos diez (largos) meses, la palabra, la noción, las imágenes de la guerra volvieron a Occidente, o más bien a Europa. Durante todo este siglo hubo guerras: en África, en Asia, en Oriente Medio. Estados Unidos se retiró de Afganistán recién el año pasado. Pero para la sensibilidad occidental eran, de algún modo, guerras de drones, mediatizadas. Putin reinstaló algo de la guerra moderna, con cuerpos, convoyes, ciudades bombardeadas, hambre, desabastecimiento, amenaza nuclear.
Una vez más los 80s: “Espero que los rusos también amen a sus hijos”, cantaba Sting en 1985.
“Se está desarrollando una guerra del siglo pasado desde febrero de este año”, decía en su voto Lucía Negro. Una guerra retro: estéticamente más cerca de lo que percibimos como real.