El mundo está lleno de papel. Graciela Goldchluk, otra de las amigas que le debo a diezpalabras, acaba de publicar El libro de la vieja (Tiempos de archivo), donde hace una pregunta clave: ¿Qué necesidad?
“¿Qué necesidad tiene alguien de literatura de meterse con el archivo? (…). Pero ese es el punto, una escritura que nos conmueve de verdad, nos hace temblar diría Analía Gerbaudo, nos pone en estado de deuda. (…) No terminó mi deuda con Manuel Puig, ni con tantas otras escritoras verdaderas (…), pero no siempre es dado realizar el contradón de recoger una escritura que de otro modo se perdería. Quienes emprendemos el trabajo con archivos de escritores estamos pagando esa deuda. (…) La traducción es también un modo del contradón en tanto supone el mismo trabajo de domiciliación que el archivo, al abrigo de otra lengua, para que la escritura tenga una sobrevida (y también es un modo muy sofisticado de transcribir). Todo lo que sea transportar una escritura que parece no tener lugar observable a un soporte exterior donde obtenga una cierta estabilidad es hacer archivo. (…)
Juan Pablo Cuartas, el curador del archivo Bellatin, creo que quiere sacarle un secreto, el secreto de su funcionamiento. Más allá de la tesis que ya escribió, de la responsabilidad que le cayó encima al asumir la organización y descripción del archivo, su tarea se orienta a descifrar los ritmos del movimiento de ese archivo. No sabe que ofrece un contradón, pero ya llegó al relato del campesino que promete un tesoro enterrado a sus hijos para tener la certeza de que a su muerte, los hermanos remuevan la tierra de la viña. Ya sabe que no hubiera resultado si el padre hubiese hablado de las virtudes de remover la tierra, que la eficacia del mandato estuvo en que no había tal mandato, sino la exigencia de atravesar una experiencia. La necesidad de Cuartas en ese archivo es poder decir si no una verdad, que no se puede, algo que sea verdadero. Es la misma necesidad de Bellatin cuando escribe, y en eso consiste el contradón, en esa necesidad.”