9. Primavera

Vuelve, vuelve que te espero.
Si tenés el privilegio de vivir estos días bajo los cielos flúo de Buenos Aires sabrás de lo que hablo: esta primavera viene desatada. Cuando no es el jazmín chino es el azahar y donde no es el azahar es la glicina; días de 23 grados y noches de 18, gente en las calles. A la primavera le abrieron la jaula, y ahí viene tomando carrera con su ristra de promesas: cumpleaños, inauguraciones, asados, festivales.
Tardé un poco en darme cuenta por qué está tan recargada: porque, amigues, es la primera primavera libre en tres años. Es doloroso hasta acordarnos y entonces hacemos como que aquí no ha pasado nada. Pero dos primaveras pasaron (pasamos) ya amordazadas y maniatadas, con miedo hasta de brindar. Ahora, por fin, parece que esta vez sí, la tibieza nos estalla en la cara y estallamos con ella. Como decía @Hamacal: “Hola, primavera. Chapemos”.
Siempre me resultó rara la palabra; la cacofonía en “Primavera – Verano”. Y hay algo ahí. Dice Corominas: “VERANO, 1032. Abreviación del lat. vg. VĒRĀNUM TEMPUS ‘tiempo primaveral’, derivado de VER, VĒRIS, ‘primavera’. Hasta el Siglo de Oro se distinguió entre verano, que entonces designaba el fin de la primavera y principio del verano; estío, aplicado al resto de esa estación, y primavera, que significaba solamente comienzo de la estación conocida ahora con este nombre. De acuerdo con este valor, primavera, 1490, viene del lat. vg. PRĪMA VĒRA, clásico PRIMO VERE, ‘al principio de la primavera’.”
Es decir que el espíritu de la primavera es justamente el inicio, el reinicio. Esto que vivimos estos días. Los pimpollos. La promesa.
Y este año, el reinicio se siente más fuerte: 
primavera cero primavera mil
primavera presencial
esencial
primordial
primavera primor
(primer
amor).
Todo
corre hacia ahora.