(Mejor no leas esto antes de dormir).
El 29 de mayo se encontraron los restos de 215 menores en una fosa común en la Escuela Residencial India Kamloops, en British Columbia, Canadá. Esa escuela era parte de un sistema de internados a los que se enviaba obligatoriamente a niños y niñas indígenas para “reeducarlos”, creado por el primer Primer Ministro de Canadá, John A. Macdonald, en 1883. Llegó a haber 139, en su mayoría administrados por la iglesia católica. Algunos funcionaron hasta 1996.
El 24 de junio se encontraron otros 751 cadáveres en la Escuela Residencial India Marieval, en Cowessess, Saskatchewan. El 30 de junio, se sumaron otros 182 cuerpos en St. Eugene’s Mission, en Cranbrook, British Columbia. En total, 1112 cadáveres de niños sin identificar. Quedan por revisar 136 internados.
Tras décadas de protestas de “niños perdidos”, en 2008 el gobierno canadiense formó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Así se entrevistó a cientos sobrevivientes de estos internados, que describieron abusos y violencias de todo tipo, incluida la prohibición de hablar su lengua o tener contacto con su familia, los experimentos con la alimentación, las palizas y abusos sexuales, las violaciones y el asesinato de los bebés que nacían en consecuencia. Uno de ellos describe a estos internados como “campos de juegos para pedófilos” (no me animé a ver el video). El informe final de la Comisión dijo que Canadá había cometido “genocidio cultural”; aquí su presidente, Murray Sinclair, dice que espera muchos más hallazgos macabros. Justin Trudeu pidió perdón, e intentó que el Papa hiciera lo mismo. No lo logró.
El jueves fue el Día de Canadá; muchos grupos impulsaron la campaña “Cancel Canada Day”. En Winnipeg, manifestantes tiraron una estatua de la reina Victoria y otra de la reina Isabel. Cerca de una decena de iglesias ardieron en Canadá en las últimas semanas, y otras tantas fueron manchadas de rojo. En la catedral de Saskatoon escribieron, en rojo: “We were children”.