“Un sector ha señalado que Pedro Castillo no sabe hablar y que no se le entiende. En las redes sociales también han proliferado los insultos: se le ha dicho ‘motoso’, ‘burro’, ‘ignorante’, ‘alfabestia’ y otros calificativos denigrantes. Al usar la palabra ‘festejación’ en una entrevista televisiva, la esposa del presidente electo, Lilia Paredes, ha sufrido ataques similares. Estos casos forman parte de una constante dinámica de discriminación y racialización lingüística.(…)
La explicación no pasa solo por entender que el hablante racializado está usando un español legítimo, sino también, y tal vez principalmente, por preguntarse por qué el oyente escucha al hablante como una persona lingüísticamente deficiente. (…) Es importante voltear la mirada de manera más precisa hacia los sujetos oyentes, sobre todo hacia quienes escuchan desde una posición de privilegio.
¿Por qué ha llamado tanto la atención el uso de ‘festejación’ por parte de Lilia Paredes, pero no (aunque en tono lúdico) el de ‘libertad de mentiración’ por el presidente Sagasti? ¿Por qué se piensa que tanto Pedro Castillo como Lilia Paredes hablan el quechua cuando eso no es verdad? ¿Por qué se señala, con tanta insistencia, que Castillo ‘no sabe hablar’? ¿Por qué se le dice ‘motoso’ si él no habla una lengua originaria y su discurso, en ningún caso, presenta fluctuación de vocales (tal como se suele entender el motoseo)? (…) Se está escuchando a estas personas desde un velo racializador, que asume que son ‘indios’ o ‘cholos’ y que, en tanto ‘indios’ o ‘cholos’, hablan mal el español (y, además, necesariamente hablan quechua), más allá de cómo se expresan y de cuál haya sido su biografía lingüística. Todo esto se vincula con el fenómeno de la colonialidad del lenguaje y el hecho de que el Otro racializado se concibe, por naturaleza, como incapaz de expresividad racional (…) como seres sin lenguaje en sentido humano pleno.” Virginia Zavala, Luis Andrade y Claudia Almeida, en La Mula.