“Tras 97 años, en Chaco impulsan el juicio de la verdad por la masacre de Napalpí”, tituló el domingo la agencia Télam.
Napalpí es una de esas masacres con nombre propio; un nombre en lengua qom, que significa “Lugar de los muertos”, según se recoge en Wikipedia. Así la cuenta Javier Sinay: “En la mañana del 19 de julio de 1924, un número indefinido de indígenas qom y mocoi (entre 300 y 1.000 personas, o quizás más) fue ultimado en Napalpí, una base de trabajo maderero (lo que por entonces se conocía como una “reducción aborigen”) en la provincia de Chaco, a 147 kilómetros de Resistencia. Un avión biplano Curtiss JN-90 sobrevoló la zona arrojando comida y caramelos, y cuando los indígenas salieron a recogerlos un centenar de policías y de colonos, apostados a 300 metros, les dispararon. Se cuenta que además persiguieron a los sobrevivientes para darles el tiro o el machetazo de gracia. El episodio fue tan grave como olvidado: durante mucho tiempo la policía y los jueces negaron la masacre. Pero ahora, 95 años más tarde, la verdad está saliendo a la luz. Juan Chico, un investigador de historia que sigue el rastro de ese exterminio, acaba de encontrar a quien parece ser la última sobreviviente: una mujer de entre 105 y 110 años”. Es Rosa Grillo, que enterró el recuerdo de cómo vio matar a su padre. Solo unos 38 niños y 15 adultos lograron escapar de la matanza.
En 2014 tomó el tema el fiscal Diego Vigay, integrante de la Unidad Fiscal de Derechos Humanos de Chaco. Constató que la masacre había sido ordenada por el entonces gobernador, Fernando Centeno. “Concluimos que estábamos ante un delito de lesa humanidad y que había que realizar una sentencia histórica para las víctimas de esta masacre”, dijo Vigay a Télam. Se dispuso que el Equipo Argentino de Antropología Forense investigara los restos. “Los posibles imputados están muertos, no pueden ser juzgados, pero el Estado tiene la obligación de llegar a una verdad histórica”.