“Habrán visto en medios la noticia del descubrimiento de un exoplaneta gigante (6,3 veces más masivo que Júpiter) que orbita lejanamente a su estrella, completando una vuelta cada 1,1 millones de años (terrestres)”, tuiteó ayer el físico Gastón Giribet. “WISEPA J075108.79-763449.6, recientemente rebautizado COCONUTS-2b fue recientemente observado por el programa de observación conocido como COol Companions ON Ultrawide orbiTS (rapsódico nombre para forzar el acrónimo COCONUTS). Como decíamos, se trata de un planeta 6,3 más masivo que Júpiter, que orbita su estrella con un período de, aproximadamente, 1,1 millón de años. Su estrella es una enana roja de baja masa (del tipo M3) conocida como L 34-26, la que tiene cerca de un tercio de la masa de nuestro sol, aunque una fuerte actividad estelar (Hα, rayos X, emisión UV). Se encuentra rotando rápidamente, de lo que puede inferirse su edad: algunos centenares de millones de años. La estrella en torno a la que orbita este enorme exoplaneta se encuentra a unos 35 años luz de aquí”. Parece que en términos del espacio exterior 35 años luz es poco, es cerca, aquí nomás, y que por eso es que se pudo observar al exoplaneta. Giribet cita el paper -oriundo de la Universidad de Hawaii- donde se describe a este nuevo exoplanetón.
Sigue: “Lo notable (entre otras cosas, como su temperatura, de la que no hablaremos en este margen) es la gran distancia que separa al planeta COCONUTS-2b de su estrella: más de 6.000 unidades astronómicas, i.e. miles de veces la distancia entre la Tierra y el Sol. Dada la distancia es posible imaginarnos ese cielo alienígena, un cielo en el que la sutil diferencia entre el día y la noche no alcanzaría para que esas dos nociones existan; un cielo en el que la diferencia entre ‘su’ sol y ‘las’ estrellas es mera nomenclatura.”