“Siempre fue muy calmo mi pueblo adorado / Salvo aquella vez que pasó el huracán”, cantaban Les Luthiers en sus “Añoralgias”. Parece que esa es la que se viene.
“El informe del IPCC reúne el conocimiento científico sobre el cambio climático, incluyendo el pasado, el presente y el futuro de nuestro clima, su impacto y riesgos y las opciones de adaptación y mitigación”, dice en uno de los videos de difusión.
Este par, adaptación y mitigación, lleva décadas dando vueltas en los discursos sobre cambio climático. Es una salida a la ecoansiedad, porque con el pánico no vamos a ningún lado. Mitigar, para tratar de reducir el daño; pero como no parece estar alcanzando con eso, adaptación.
“La adaptación se refiere a los ajustes en los sistemas ecológicos, sociales o económicos
en respuesta a los estímulos climáticos reales o esperados y a sus efectos o impactos. Se refiere a cambios en los procesos, prácticas y estructuras para moderar los daños potenciales o para beneficiarse de oportunidades asociadas al cambio climático. La medida en que los ecosistemas, el suministro de alimentos y el desarrollo sostenible son vulnerables o están en peligro depende tanto de la exposición a los cambios del clima como de la capacidad de adaptación del sistema afectado. Es necesario desarrollar y evaluar iniciativas de adaptación planificadas para ayudar a gestionar los riesgos del cambio climático”, dice el IPCC en su informe “Adaptación al cambio climático”, de 2018.
Adaptarse: prepararse colectivamente para las olas de calor, la sobrecarga del sistema eléctrico, las sequías prolongadas, la inundación. Para vivir en el pueblo de Les Luthiers.
El 30 de julio tuiteaba Antonella Risso: “¿Aparecerá este año la plata para la adaptación y la mitigación del cambio climático? ¿Se orientarán las inversiones a resolver el problema y no más a agravarlo? Seguir subsidiando combustibles fósiles es realmente delirante. Subsidiemos la transición”.