La entrevista de Valeria Tentoni a Mario Ortiz gira en torno a su libro más reciente, Tratado de iconogénesis.
“Construir una Bahía Blanca imaginaria, pero que no queda flotando en la nada sino que vuelve a la realidad; es como un proceso dialéctico, porque está allí y lo transformo, genero algo que vuelve a la realidad. Como dijo el amigo Kant, en definitiva nosotros no podemos tener contacto con lo real crudo, sino siempre mediado por conceptos, por imágenes. Entonces bueno, ir ahí, atacar al núcleo del imaginario. (…)
¿De dónde salió el término “iconogénesis”?
Lo inventé, que yo sepa no existe. Lo busqué en Internet y no me apareció. Podría ser una palabra del Exonario de Jorge Mux. Icono-génesis, generación de imágenes, lo simbólico.
Hablás del poeta como generador de mundos. Creo que en toda tu literatura hay algo así como una utopía, ¿no? La de que todos vayamos generando un mundo más habitable, quizás más dulce, un poco más piadoso… Hablás también de una resistencia a los horrores de la realidad.
Ponge lo retomaba de Lautremont, la poesía debe ser hecha por todos. No quiere decir necesariamente que todos tengan que escribir; el hacer poético no es privativo de los poetas. La mirada poética, la mirada extrañada, la mirada que es capaz de descubrir algo allí donde la rutina no llega a ver nada, yo creo que eso no es privativo de los escritores. Pero sí creo que hay una cuestión social en esto, que en definitiva se puede sintetizar en la vieja aspiración de la vanguardia. Para mí lo crucial de las vanguardias pasa por ahí: no solamente era experimentación de cosas nuevas, sino también la unión del arte y la vida. Es lo que querían los surrealistas, lo que querían los futuristas, los constructivistas, la vanguardia soviética, etcétera. Los surrealistas decían que lo suyo no era un género literario, poético, sino una revolución. Que el arte no sea una producción para un reducido grupo de especialistas, sino que eso intervenga de algún modo en el mundo. Eso, para mí, en estos momentos tiene muchísima vigencia.”