Empecé a coleccionar estas palabras en el conticinio de la pandemia. Casi enseguida eso trajo conversaciones hermosas con gente hermosa: Virginia Avendaño, Ana Casavelos, Evelin Heidel, Diana Zadunaisky, Cecilia Sagol, Melina Furman, Lucas Dima, Griselda Juárez, Silvia Hagge, Gustavo Keimel, Ramiro Suárez, Pablo Fisher, Carina Fernández Grenno, Sara Guiltelman, Graciela Goldchluck, Claudio Weissfeld, Matías Fernández, María Victoria Amadeo, Martín Szyszlican, Julieta y Carlos Ulanovsky, Natalia Ginzburg, Roxana Salpeter, Alejandro Nadra, tantes más. A algunes les conocía de la vida corpórea, de alguna capa del pasado. A otres todavía no, pero si entendemos que el tiempo es uno solo, bueno, quizás nos conociéramos.
Fue Virginia la que, en un correo, me regaló lo de “la clase conversadora, como siempre conversando”. Es una cita de En el estanque, de Al Alvarez. Esta semana Vir me envió el epígrafe que eligió Juan Forn para su último libro, de Joseph Brodsky:
Todo escritor tiene un amigo imaginario.
El mío se llamaba Wynstan Auden.
Yo escribo para encontrarme con él,
y hacer lo único que se puede hacer
por un hombre mejor: seguir la conversación.
En eso consisten, creo yo, las civilizaciones.
“Pensé que te gustaría, y te lo mando. Amplié un poco más sobre eso en FB”, me dijo. En Facebook dejó el fragmento de Al Alvarez:
“Día apacible y ligero, el cielo todavía difuso después de una noche con niebla; los árboles empiezan a inclinarse y a menguar. Un único pescador sobre el sendero, sentado en
una silla de ruedas eléctrica; los cuatro cisnes quietos en la superficie vidriosa del estanque justo frente a él. Uno duerme con el pico metido debajo de un ala. El agua se enfrió un poco; está cada día más linda. Traje un ejemplar de Imitations, de Lowell, para darle a Danni (el guardavidas que lee poesía y escribe), y hablamos un rato sobre libros. Después Richard, el súper atleta, me contó que está por irse de excursión a Borneo con la BBC y las fuerzas especiales del Ejército. Al rato llegó Alan Owen con el capítulo 12 del Eclesiastés en la billetera, pidiendo que se lo explicaran. En pocas palabras, un momento típicamente Hampstead: la clase conversadora, como siempre, conversando.”