Jatimá tová es el saludo judío para Iom Kipur, el Día del Perdón, que se celebró el martes y miércoles de esta semana tembladeral. Es mi frase hebrea favorita: “que seas bien inscripte en el libro de la vida”, o alternativamente “buen sello”, “buena firma”, “buen sellado final”, o “que seas bien inscripte y rubricade”. La idea es esa: que hay un libro de la vida en el que alguien nos inscribe y nos sella el ok. Para que eso pase, una vez al año se para la pelota y se hace un trabajo de reflexión sobre lo pasado, se pide perdón por los errores, se perdona. Y ahí sí, a hacerse firmar y sellar la papeleta de une misme y siga siga con el rifirrafe de la vida.
Tová es bien, bueno; a jatimá le queda el sello, la firma, la inscripción. Viene de jotém, literalmente firma o sello. Qué cosa el judaísmo con los libros y la(s) escritura(s). Imagino ese libro en el que (nos) inscriben (¿inscribimos?) como un libro de actas, un registro, un expediente (la delgada línea entre inscribir y escribir).
Ese trabajo de introspección -lo primero al empezar el año- se llama teshuvá, retorno: retorno al camino recto de la halajá, la ley judía. “Regresar es retornar al lugar desde donde hemos partido, pero ningún camino es el mismo en su regreso: retornar es revolver, es repensar, es recoger. Nunca regresamos al mismo lugar”, comparte Emmanuel Taub. “Regresar es un acto de responsabilidad con el mundo y con el prójimo.(…) En Iom Kipur nos reconciliamos con el mundo en la tarea de su reparación. La redención de este día es la posibilidad de (…) penetrar en la soledad y el egoísmo del ‘Yo mismo’ para transformarlo en un ‘Nosotros’. (…). En Iom Kipur lo que se abre no es el libro de la vida como una posibilidad individual de salvación, sino el libro de la existencia de la humanidad salvada. En el acto solitario del retorno habita la acción comunitaria de redención.”
“Jatimá Tová, la casa está en orden”, tuiteó Nahuel Prado el miércoles, en pleno revoleo de gabinete.
Que seamos bien inscriptes.