La nota se complementa con otra: “Hasta el punto G tiene el nombre de un hombre”. “El canal de Alcock, el saco de Douglas, las glándulas de Bartolino, las trompas de Falopio (…) tienen el nombre de las personas que se cree que las ‘descubrieron’. Son reliquias de una época en que el cuerpo femenino se consideraba tierra incógnita, un lugar que las grandes mentes de la medicina podían explorar, vigilar y reclamar”, dice Gross.
Había leído sobre esto en el fanzine “Anarcha Glam – Lucy y Betsey – Herramientas para la descolonización corporal”, de Anarcha Gland, que cuenta que J.M. Sims -creador del espéculo y “padre de la ginecología”- experimentaba torturando esclavas. “Anarcha, Lucy, Betsey y otras chicas del montón. Estos nombres han de salir a la luz por todos los sitios, en todos los idiomas”, se dice aquí. “En 1840, a estas esclavas africanas en Alabama les estaba prohibido escribir o leer (…). Sus historias llegan a través de los diarios de Sims, que practicó en ellas hasta 30 operaciones sin anestesia”.
“Harta de la colonización corporal!!!! No quiero llamar a la glándula que me hace eyacular con el nombre de un TÍO que dijo ‘descubrir’ una parte de mi cuerpo!”, dice aquí.
Proponen renombrar glándulas. “El discurso hegemónico médico les resta importancia, (…) incluso a una de ellas nombrándola como la ‘pŕostata femenina’. ¿Es que acaso hemos de encontrar el útero masculino también? El sexismo en la retórica médico-anatómica solo piensa en espejo, costilla, en ‘homologar’ órganos al cuerpo hegemónico, el masculino. Y qué decir del nombramiento nominal de estas glándulas por parte de médicos que se creen Colón, apuntan con el dedo y van plantando sus nombres ahí, en el cuerpo ajeno. Pues esto SE ACABÓ. Reclamo mi cuerpo, mi derecho a re-nombrar mis tejidos interiores, sobre todo si están íntimamente relacionados a mi placer y disfrute sexual. (…) Glándula de ANARCHA a la eyaculadora o parauretral. Glándulas de LUCY & BETSEY a las lubricantes o vestibulares mayores”.