“Una filología consonante con el posmodernismo, es decir, una posfilología, articula (…) las múltiples mediaciones de los deseos históricos. La posfilología va más allá de la búsqueda de los orígenes, dispersando la jerarquía valorativa mediante la cual los estudios de los ‘materiales originales’,vistos ‘desde la orientación posmoderna de la filología material’, son más valorados que los estudios dirigidos a ediciones”, dijo el miércoles Daniel Link, citando, traduciendo y adaptando un fragmento de Postcolonial Moves: Medieval through Modern, de Michelle Warren. Fue en la conferencia de clausura del curso Literaturas transicionales en Europa, “Anarchivismo y posfilología”, dictada el miércoles en Zaragoza. “Si la filología es el arte de leer lentamente, como se dice que ha repetido Roman Jakobson…”, dice Link citando a Warren (y se para a aclarar que en realidad la frase es de Nietzsche). Sigue: “Entonces la posfilología es un tipo de lectura que puede darte dolor de cabeza: los centros cambian constantemente, las paralelas se cruzan, los orígenes se dispersan, la política suspira pesadamente. Y dado que la posfilología sigue siendo filología hasta cierto punto, su historia sigue imponiéndose”.