“Hace unas semanas salió en Nature un artículo que adelanta una película de hace veinte años, El día después de mañana”, me dijo Alejandro Jurado el martes, bajo el sol de primavera.
El artículo es “Señales de alerta temprana basadas en observaciones para un colapso de la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico”, de Niklas Boers, publicado el 5 de agosto. Según Alejandro, describe señales iniciales de lo que fantaseaba la película: un cambio en las corrientes marinas que llevan agua cálida al norte (AMOC), que podría enfriar los mares con consecuencias de cine catástrofe. Podría contrarrestar el calentamiento climático, eso sí. Quizás demasiado.
Dice el resumen: “Se ha sugerido que la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), un importante sistema de corrientes oceánicas que transporta aguas superficiales cálidas hacia el norte del Atlántico, presenta dos modos distintos de funcionamiento. Un colapso del modo fuerte, actualmente alcanzado, al modo débil tendría graves repercusiones en el sistema climático mundial y en otros componentes del sistema terrestre multiestable. (…). Se encuentran señales significativas de alerta temprana en ocho índices independientes, [que] revelan evidencias empíricas espacialmente consistentes de que, en el curso del último siglo, la AMOC puede haber evolucionado desde condiciones relativamente estables hasta un punto cercano a una transición crítica”.
“Más allá del umbral crítico podría producirse una transición sustancial y, en la práctica, probablemente irreversible hacia el modo débil”, dijo Boers, del Instituto Potsdam de Investigación del Impacto Climático, según Reuters. Citan también a la Met Office británica: “Si la AMOC se colapsara, aumentaría el enfriamiento del hemisferio norte, subiría el nivel del mar en el Atlántico, descenderían las precipitaciones en general en Europa y Norteamérica y habría cambios en los monzones de Sudamérica y África”.
Colapsología para todes.