“El recogecadáveres del Estrecho” es uno de los títulos interiores del newsletter de ayer de El Times, a cargo de Elda Cantú. Después dice: “El dueño de una funeraria cerca de Gibraltar ofrece un inusual servicio: recoge los cadáveres de los migrantes que no sobreviven la travesía marina camino a España y luego busca a los familiares en Marruecos y otras partes de África para repatriarlos”.
En la extensa nota que describe el trabajo de Martín Zamora se detalla que más de dos mil personas murieron o desaparecieron intentando cruzar el estrecho de Gibraltar durante la primera mitad de 2021. “Zamora, quien asegura que ha repatriado a más de 800 cuerpos en dos décadas, ha forjado un modelo de negocio muy peculiar. Lucha con los funcionarios municipales para que le entreguen los cuerpos y así poder embalsamarlos. Establece contactos con los contrabandistas para encontrar a las personas a las que pertenecen los restos. Para las familias que creían que sus seres queridos habían desaparecido, el trabajo de Zamora puede ofrecerles una especie de cierre luego de haber perdido toda esperanza”, dicen Nicholas Casey y Leire Ariz Sarasketa. “Pero sus servicios tienen un valor elevado: cobra 3500 dólares o más por llevar un cuerpo a casa. Ninguna agencia española paga por lo que él hace, y los márgenes de beneficio del trabajo son bajos, dice. Así que lo deja en la zona gris, nada rara en ciudades fronterizas como esta, entre la voluntad de hacer el bien y la necesidad de ganarse la vida.”
No encuentro la palabra “recogecadáveres” en la nota. A mí me lleva directamente a Juntacadáveres, la novela de Onetti, nombrada en honor al apodo de su protagonista, Larsen. Juntar, recoger: hasta ahí llegan las variedades dialectales. Los cadáveres son cadáveres en todas partes. Busco en Twitter “recogecadáveres”. Encuentro esto de abril de 2020: “Que manda a decir el Ministro de salud de #Peru @victorzamora que se está creando el comando “recogeCadaveres” y que Buenos Días!”. Zamora.