El martes 12 de octubre, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, decretó el “estado de emergencia” en la región de Bío Bío, en el sur del país. Dijo que lo hacía debido a “los graves y reiterados hechos de violencia vinculados al narcotráfico, al terrorismo y al crimen organizado cometidos por grupos armados”, y que esto implica que las Fuerzas Armadas podrán “prestar apoyo logístico, tecnológico y de comunicaciones”, así como “de vigilancia, patrullaje y transporte a los procedimientos policiales que se desarrollen”. Los medios argentinos lo tradujeron como una declaración de estado de sitio, o simplemente militarización. Me queda zumbando la palabra emergencia. Puede remitir a una situación inusitada y repentina, pero también a algo que emerge a la superficie desde abajo, valga el pleonasmo.
De este lado de la cordillera también levanta volumen la cuestión mapuche: el embajador en Chile, Rafael Bielsa, acompañó la solicitud de Facundo Jones Huala, mapuche de Argentina extraditado a Chile, por libertad condicional. “No puedo creer que este gobierno defienda a este violento, que incendiaba oficinas públicas, que usurpaba propiedades privadas”, tuiteó Marcelo Tinelli, dueño de 1360 hectáreas en la zona de Esquel.
Elisa Loncón, presidenta de la Convención Constitucional chilena, lamentó que Piñera anunciara la emergencia justamente en la fecha que el pueblo mapuche conmemora como “Día de la Resistencia Indígena”. “Es el día que nosotros no podemos celebrar, porque es cuando se inició el genocidio”, dijo.
El martes vi un mapa que señalaba qué se conmemora en cada país de América el 12 de octubre. Hay un arco amplio, desde el otrora clásico “Día de la Raza” en Honduras y El Salvador hasta el “Día de la Resistencia Indígena” en Venezuela y el “Día de la Descolonización” en Bolivia.
“Esta noticia de que se instala este estado de emergencia no empalma con la historia que nosotros necesitamos”, dijo Loncón desde Bío Bío. La historia como construcción permanente del presente.