“Cómo es el ‘baño de bosque’ que la ciencia recomienda para mejorar el trastorno de ansiedad” tituló Infobae el martes. “Científicos de la Universidad de York indican que bastarían de 20 a 90 minutos en la naturaleza de manera regular por al menos 8 semanas para percibir los cambios”. Y después: “participar de manera periódica en más ‘actividades basadas en la naturaleza’ puede mejorar la salud mental entre los adultos, incluso para aquellos que ya luchan con una condición de salud mental preexistente”. Fui al paper porque me sorprende infinito que el sistema científico del primer mundo gaste fortuna en mostrar que llueve de arriba para abajo. Pero me alegra: quizás si lo dice la Universidad de York ahora sí los gobiernos escuchen. “En Japón la ‘terapia de bosques’ es una práctica muy extendida y con grandes resultados”, me cuenta Martín Tufró. Y me regala el nombre en japonés: shinrin yoku.
“Significa literalmente ‘absorber la atmósfera del bosque’ y fue acuñado inicialmente por técnicos de la Agencia Forestal de Japón. Pero el concepto está inspirado en prácticas budistas ancestrales y en el sintoísmo, una religión nativa de Japón que venera los espíritus de la naturaleza.”, se explica en este artículo de BBC de 2017. “Hemos pasado el 99,9% de nuestra evolución en ambientes naturales”, dice el antropólogo Yoshifumi Miyazaki, de la Universidad de Chiba. “Nuestras funciones fisiológicas aún están adaptadas a esos entornos y en el día a día podemos alcanzar una sensación de bienestar si sincronizamos nuestros ritmos con los del medio ambiente”. Según la Wiki, su equipo midió “la concentración en saliva de cortisol (un biomarcador del estrés) en individuos expuestos a un ambiente de bosque, resultando significativamente menor que en los individuos que habían permanecido en un ambiente urbano”.
Hay Baños de bosque Argentina, en Cariló.
Durante la pandemia tomé la costumbre de tocar algún árbol por la mañana: una descarga a tierra.