“La noche de las PASO me tocó cubrir todo el discurso del gobernador con la mano de un desconocido tocándome con fuerza el trasero. Fue en la Casa de Gobierno. No dije nada y hoy me arrepiento, si hubiera hecho lo correcto, quizás no le hubiera pasado lo mismo a mi compañera”. Asi empieza un largo hlo de la periodista tucumana Mariana Romero.
”Esa noche, a la conferencia de prensa en Salón Blanco hicieron entrar a muchas personas que no eran trabajadores de prensa. Fanáticos que estaban ahí solo para aplaudir. Cuando el gobernador empezó a hablar, ellos se mezclaron con la prensa.
Yo sentí que alguien me manoseaba de una manera tan fuerte y descarada que pensé que era alguna de mis compañeras intentando acomodarme algo en el bolsillo trasero. Pero no se detenía. El amontonamiento era tal y yo con las dos manos ocupadas, que no podía darme vuelta.
Al final me liberé una mano y agarré la que me estaba manoseando. Me di vuelta y lo vi, el tipo me miró de frente sin expresión alguna. Yo le tenía la mano agarrada por la muñeca. Lo insulté, pero no creo que me haya escuchado con el discurso atronando por los altavoces. Le solté la mano y me di vuelta, me estaba perdiendo el discurso del gobernador Manzur. Pasé un rato sin problemas, hasta que el tipo me apoyó. Me alejé como pude. Al rato, me puso una mano en la nuca y así terminamos de escuchar el discurso del gobernador.”
Me quedo pensando en la delgada línea entre manosear y tocar, toquetear, acariciar. ¿Dependerá de la intención de quien mueve la mano? ¿De la percepción de quien es tocade? ¿Del consentimiento?
“Esa noche se lo conté a muchos de mis compañeros: ninguno le dio importancia”, sigue Mariana Romero. “Yo tampoco. Lo tomé como anécdotas que uno se trae de la cobertura: uno se tropezó, el otro se trabó, al otro se le escapó el candidato, a mí me manosearon. Cosas que pasan, pensé, pero claro que a ninguno de mis compañeros les pasó tener que cubrir toda una conferencia con una mano en el culo. Cuando digo culo, también digo entrepierna.”