“El proyecto de vida de la prostituta Piikara y su novio Hache amenazado por la abolición: ‘Ni todas somos explotadas ni todos los clientes son Torrente’”, titula El Mundo. Y luego: “Hache es su manager. Ordena la agenda de rodaje, gestiona a los clientes, la acompaña a cada trabajo como si hiciera las prácticas del curso de guardia de seguridad al que se ha matriculado, contabiliza los tiempos, prepara la iluminación, organiza los viajes, vigila. También trabaja como teleoperador. Ha sido albañil, músico, barbero y se ha dedicado a montar escenarios. La Ley de Libertad Sexual que prepara el ministerio de Igualdad lo identificaría como un proxeneta. ‘¿Explotada ella? Sólo tiene que poner el coño. A ver quién explota a quién. Yo me encargo de todo. Hasta limpio la casa’, añade”.