“Trabajamos con un concepto amplio de etimología. No solamente con la intención de buscar el significado original, etimológico de las palabras, esta idea de por qué y de dónde viene ese significado que se le atribuye a la palabra, sino también cómo se da ese proceso, dónde ocurre, entre quiénes se da este tipo de significado”, explicó Martín Tapia Kwiecien, investigador de la Universidad Nacional de Córdoba, durante la Mesa 26 del II Encuentro Internacional: derechos lingüísticos como derechos humanos en Latinoamérica “La furia de la lengua”, el viernes 26. Presentaba el trabajo “Creación léxica y resemantización: etimología de algunas palabras vinculadas con la crisis argentina de 2001. Estudio de corpus”, junto a Beatriz Carina Meynet. “Hablamos de etimología en sentido amplio”, agregó ella. “Yo me podría ir a buscar al latín el étimo de ‘corralito’, pero no tendría ninguna relevancia en relación a por qué y cómo empieza a significar lo que significa en Argentina a partir de 2001. (…) A veces la gente puede pensar que uno se ocupa de cosas muy de la lengua, de las palabras, desapegado de lo social. Imagínense esto con la etimología, que ya tiene un tufillo a viejo, de viejos y de palabras viejas”. Tapia agregó: “Trabajamos la resignificación”.
Después su exposición, en torno a la puesta en circulación y construcción de sentidos de “corralito” y “cacerolazo”, Julieta Straccia, Lucía Bregant y Bibiana Castillo Benítez, del Observatorio de Neología de la Universidad Nacional de General Sarmiento, presentaron “Corralito, cacerolazos y asambleístas: la creatividad léxica en tiempos de crisis”. “Para mí lo que ustedes hacen es etimología”, les dijo Carina Meynet al final. “Trabajar el cambio semántico, y cómo se van resemantizando las palabras, es eso,”. coincidió Julieta Straccia. Para mí era casi casi análisis del discurso.
Otra lingüista, María López García, me escribía el martes: “Nos metiste a todos en este vicio de las etimologías del acá y ahora”. Muy honrada.