Dice Alejandro Galliano que aunque nos quejamos nos gusta el 2001, que fue deseado. Y que seguimos ahí, porque queremos. “Va a ser muy difícil detener a los nuevos incendiarios si no supimos ni quisimos apagar el viejo fuego”, escribe. “Sería injusto culpar sólo a las dirigencias por esa inercia. En el fondo de cada corazón argentino aún late el oscuro deseo de un estallido que solucione todo rápidamente. Habrá algunos muertos, habrá más pobreza, pero la economía rebota y la política se endereza. Por eso siempre es racional apostar al caos, siempre parece buen negocio esperar que las crisis maduren”. (…) Y sigue: “El 2001 no termina. Se estira y se estira porque hay un pacto invisible de todos los argentinos en seguir viviendo ahí adentro, como un Ragle Gumm de la crisis, en seguir esperando el rayo redentor, en seguir contando la historia entera desde aquél diciembre como si antes no hubiera habido nada. El catastrofismo también es una zona de confort.”
Más adelante agrega: “La misma política de la antipolítica; el mismo catastrofismo optimista que confía en un colapso o un chasquido de dedos soberano para ordenar todo; la misma energía de futuro encerrada en el pasado. Nada nuevo puede salir de ahí.”
Avanza: “En medio de otro ciclo argentino, de una nueva reconfiguración del capitalismo mundial y de una crisis climática creciente, es un desperdicio de tiempo e imaginación seguir pensando en 2001, una anécdota de barrio, la foto pixelada de un lugar que ya no existe”. Y cierra, con Marx: “‘La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado’. El tiempo está dislocado. Y eso debería liberarnos de ese pasado de mierda que nos parece delicioso. Hay mejores colapsos en qué pensar.”
(Bueno, cerrar lo que se dice cerrar, cierra con Charly García: “Siempre podemos olvidar, aterrizar en la oscuridad. Feliz 2022.”)