Hace unos días le pregunté a Natalia Ginzburg: “¿Estás transitando covid?” Solo cuando ella me marcó la palabra me di cuenta de dónde la traía. Venía del fondo del lejano otoño del 2021, de un mail de la maestra de mi hija, textual.
Me interesa la ambigüedad que trae el uso medio forzado del verbo, a duras penas gramatical: “transitar” solía ser, valga la contradicción, un verbo intransitivo. Alguien transita (en general, por un lugar); no alguien transita algo. Pero este cambio ya viene de hace rato. Pienso en la frase “estoy transitando un perro”, que refiere a cuidar al animal durante un tiempo hasta encontrar quien lo adopte. En ese contexto, también se habla de “dar tránsito”. Donde lo que transita, se mueve, sería el perro, de una situación a otra (de abandonado a adoptado). Entonces la transitividad del verbo se complica, ¿quién transita (a quién)? Y algo así, me parece, podría aplicarse al covid también. En el “estamos transitando covid” de la maestra, era su familia la que transitaba (una situación). Pero también le daba tránsito, asilo transitorio y paso, al virus. Se sabe: muerto el perro, muerta la rabia; el virus nos necesita con vida para poder vivir. El virus transita por nuestros cuerpos, de uno en otro. Nosotres transitamos la situación. Natalia se refirió a sí misma en un audio como “covid saliente”, donde el covid se convierte en una especie de lugar: lo esquivamos, si no hay más remedio lo transitamos, entramos, pasamos, salimos del trance. (No es nuevo: viene de “salir de una gripe”, por ejemplo). Pero a la vez, es el covid (o la gripe, para el caso), la que entra en el cuerpo, se aloja, hace lo suyo, sale, en tránsito perpetuo. Quién contiene -aloja- a quién, quién pasa. Quién tiene la agencia. Quién manda. Se dice desde marzo de 2020, desde la lejana Sopa de Wuhan, ya es un cliché: este virus desafía el antropoceno, el delirio ese de la especie superior que controla alguna cosa. Tránsitos y transiciones.