“Voy a hablar de la palabra que más escuché decir en los saludos de fin de año”, escribía Patricia Kolesnicov el 5 de enero. “¿Cómo estás? Cansada, cansado, cansada, cansado, cansada. ‘Quemada’, incluso, cuando ‘cansada’ ya no alcanzaba. Ese fue nuestro estado en 2021.
Dirán que 2021 resultó una cola larga de 2020, que los dos años se empastaron y al final del segundo cargábamos también con todo el primero, que fue la cuarentena, el asombro, el miedo, la muerte como Pancho por su casa. Cansada.
Dirán que 2021 sumó al cansancio de la cuarentena, el del intento de normalidad. Tenemos el barbijo, los cuidados, pero además las calles llenas de autos, la vuelta -más, menos, en fin- a la presencialidad, las corridas. Cansada.
Dirán que la vida digital al mango de la cuarentena acabó con cualquier cosa parecida a la desconexión, el horario de trabajo, el ocio como tal, la posibilidad de hacer una-cosa-por vez. Cansada, cansadísima.
Nada nuevo, acotarán los memoriosos. Ya en 2010, el filósofo coreano Byung-Chul Han, publicó La sociedad del cansancio. No había ningún COVID mediante, pero Han señaló que la sociedad ‘disciplinaria’, en la que si no hacías algo -tu trabajo– eras sancionado, había llegado al límite de sus posibilidades de producir. Y que, para producir más, habíamos entrado en la ‘sociedad del rendimiento’.
En esta modalidad, dice, el verbo es ‘poder’, poder sin límite. Puedo, puedo, y me autoexploto en el camino. Y, encima, siento que así me realizo. ‘Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan a la prohibición, el mandato y la ley’, dice. Y si no marchamos tan bien, si nos agotamos, nos deprimimos. Cuando no podemos ‘poder más’, dice, nos autoagredimos. Nos lo reprochamos. (…)
Claro que así, incansables, somos más dioses que la idea que tenemos de Dios. En la Biblia, ese relato fundador de culturas, Dios, que es todopoderoso, descansa un día. No se lleva laburo a la casa, no va adelantando, no tiene una reunioncita por zoom, no se va al baño a responder mensajes sin que lo vea la familia. Dedica un día a no producir más y lo declara sagrado.
Esta columna debió haber escrita hace una semana, con las notas de fin de año. Disculpen, no daba más.” Yo también le llego tarde.