“Era la época en que Pémaulk (poderío sin límites) habitaba en la tierra. Cuando Pémaulk se alejó hacia el cielo del este, empujó consigo el firmamento, distanciándolo más de la tierra, hundiéndolo en la infinitud. En aquel entonces los animales y las aves sabían hablar. El guanaco se acercaba a las viviendas de los cazadores y se dejaba matar. Y como el Sol habitaba en la tierra, no existía la noche”, transcribe Anne Chapman en el capítulo VI de Fin de un mundo, dedicado a los cantos chamánicos selk’nam. “Maukel: o Pémaulk por lo general significa el cielo oriental más remoto o infinito; es lo que Gusinde, con el término Temáukel, interpreta (1982, II: 473-482) en un contexto mitológico como nombre del ser o esencia suprema”.
Y en otro fragmento: “Luna (Kreeh) y Nieve (Hosh) pertenecían al Sur, Sol (Krren) y Viento (Shénu) eran del Oeste. Lluvia (Chálu), Mar (Kox) y su hermana Tempestad (O’oké) eran del Norte. El Este, lugar de la cordillera resbaladiza, era el ‘centro’ del universo y la sede del poder chamánico. Allí estaba Pémaulk, Palabra, el más poderoso de todos.”