Carolina Katz, amiga, lectora y colaboradora de esta cartita, trae una palabra que también viajó por el mar durante siglos, sin degradarse del todo pero cambiando en el camino. En un correo que lleva como asunto “a seguro se lo llevaron preso”, me cuenta que lo que hace veinte años llamábamos “navegar por internet” (con los navegadores, ¿te acordás?) la llevó a islas lejanas: se encontró con el tagalo, la lengua que se habla en las Filipinas. “Leí en diagonal la entrada de wikipedia sobre el idioma y me detuve en la influencia del castellano”, cuenta. Leerla me recuerda el asombro que me provocó una película filipina cuando noté que entendía algunas palabras: los números, por ejemplo. Al final las Filipinas se llaman así por Felipe II de España; más colonial no se consigue. Pero igual en el viaje cada lengua hace lo suyo. “La adopción de palabras de otro idioma generó que ciertas palabras hayan cambiado de significado. Por ejemplo ‘siguro’ (del ‘seguro’ castellano), que en tagalo significa ‘quizá’”.
Justicia poética para maremotos.