De la palabra al mundo en una letra. ¿Cómo no lo había visto nunca antes? Qué sucesión de cartas robadas es la lengua. En cualquier momento descubro la cábala.
De word a Wordle, vía Josh Wardle, el ingeniero informático que, según cuenta la leyenda, hizo un jueguito de palabras para su pareja y tres meses más tarde se lo vendió al New York Times por “siete cifras”. Y de Wordle al Worldle, un jueguito geográfico que fue “fuertemente inspirado” por el de las cinco letras, según se dice en la propia página del juego. Puntos en común: que hay seis oportunidades para acertar, que en cada una te vas aproximando, que se juega una sola vez por día, que el juego del día es uno para todes, que no hay estímulos a la adicción (sino más bien límites para sostener el deseo).
En el principio fue el verbo.