“A los 84 años, murió el escritor, traductor y ‘ecoperiodista’ Miguel Grinberg”, tituló el viernes La Nación.
Mientras acuso el golpe atajo el dolor distrayéndome con la palabrita y sus comillas. Porque acá nadie es ‘econoperiodista’ o ‘deporperiodista’. Entonces el prefijo ya no es simplemente temático. Es otra cosa, más sustancial. Miguel Grinberg, periodista planetario. Periodista de la vida. Faro espiritual de todo, como dijo la gente de revista Cítrica.
En Cítrica colaboró desde el principio y como uno más, “con la paciencia y el entusiasmo de un pasante”, según Emiliano Gullo. (Aquí su último carnet de prensa, dice: “Redactor”).
Una de esas personas que siempre estaba cerca. Que era fácil de encontrar, que decía que sí. Que con la edad en vez de retraerse siguió y siguió, trabajando, influyendo. Era frecuente escuchar “estuve con Miguel”, “lo va a presentar Miguel”, “el prólogo lo escribió Miguel”. Siempre rondaba en las conversaciones en torno a los comunes, lo común.
En Cine.Ar puede verse Satori Sur, el documental que lo retrata. Acá el trailer, donde se le escucha decir “solo el cielo sabe en qué pensaba yo”.
Eduardo Fabregat cita una frase de Grinberg publicada en su revista Mutantia, en los 80, apenas saliendo de la dictadura: “¿Qué hacer con la libertad?”
Su última nota, sobre alimentos, cierra: “Cuanto antes despertemos, menos pesadillas tendremos que atravesar.”
Gracias por tanto Miguel, montaña verde. Que renazcas en mil prados.