Me la alcanzó Mariano Fressoli el miércoles, tempranito, en inglés: de-globalisation. Venía en un hilo del politólogo ruso Ilya Matveev, desde San Petersburgo. “Sobre el impacto inmediato de las sanciones en la economía rusa (….) 30 años de desarrollo económico tirados a la basura. (…) Rusia está muy integrada en la economía global. Su participación de las importaciones en el PIB (20,5 %) es la más alta en el grupo BRIC (….) Las sanciones de empresas de logística como Maersk, que excluyen a los bancos rusos de SWIFT y eliminan otras opciones para transacciones financieras internacionales, restringen aún más las importaciones. Finalmente, muchas empresas occidentales simplemente dejaron de exportar bienes y servicios a Rusia.” Enumera restricciones y cierres de fábricas, vaticina desempleo y concluye: “Ninguna otra economía del mundo ha experimentado algo así: una desglobalización extrema en cuestión de días.”
La idea lleva tiempo dando vueltas (esta tapa de The Economist que cité la semana pasada resultó de mayo de 2020, perdón: valga de errata). Ahora recrudece: salió en Forbes, Bezinga, The Economic Times y más. “Estamos viendo la desglobalización sistémica de la economía mundial en tiempo real”, tuiteaba Jack Posobiec.
“Es una vuelta a la economía política de la guerra fría, con una dislocación financiera entre Rusia y Occidente, que ha culminado con el cierre de las cuentas de capital en lugares como Rusia. Lo que está ocurriendo en Occidente es que han deshecho la liberalización energética y han iniciado el proceso de reordenación, de limitación de precios y de subvenciones a los consumidores de energía. Todo ello ha contribuido a la desglobalización y a la disociación física entre Oriente y Occidente”, dijo el jueves Jeff Currie, jefe global de investigación de commodities de Goldman Sachs.
Yo, que aprendí de la guerra fría por la canción de Sabina, siento que pasan el disco al revés. Y no suena tan distinto. Siempre que lucha la KGB contra la CIA / Gana al final la policía.