Hace casi cuatro semanas, Putin decía descomunización (N74P01) y desnazificación (N74P02); hoy tenemos desglobalización y desoccidentalización.
“La guerra de Vladímir Putin ha alumbrado un nuevo telón de acero. La invasión de Ucrania ha provocado una reacción que, en pocos días, ha hecho hibernar todas las conexiones construidas entre Occidente y Rusia en las tres décadas transcurridas desde la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. La desoccidentalización de Rusia avanza a velocidad impresionante en múltiples frentes, revirtiendo un proceso que había marcado a fondo la vida cotidiana de la sociedad rusa. Mientras lo hace, ese mensaje se propaga a escala global y muchos países incómodos con la dependencia de los mercados financieros y las tecnologías occidentales reconsideran sus cálculos estratégicos acerca de si conviene buscar una desconexión (y cómo hacerlo)”, decía Andrea Rizzi el domingo en El País. “Las sanciones (…) suponen una brutal desvinculación del sistema financiero ruso; restringen el comercio en un amplio abanico de productos; impiden vuelos directos. En paralelo, asistimos a una estampida de empresas occidentales que operaban en el mercado ruso. Los ciudadanos rusos, hoy, no pueden ir a una tienda de Apple a comprarse un iPhone, ni comerse una hamburguesa de McDonald’s o tomarse un café en Starbucks. Tampoco pueden ver Netflix, (…), o acceder a los contenidos globales de TikTok (…). Facebook e Instagram han sido bloqueados por el Gobierno ruso, Twitter ha visto limitada su capacidad operativa. (…) Muchos gobiernos que no son aliados de Rusia y tampoco forman parte de la órbita occidental, con China a la cabeza, observan con atención lo que ocurre, y es probable que esto desencadene una intensificación de los esfuerzos para elevar su autonomía, bien sea desdolarizando la actividad económica o fomentando capacidades productivas nacionales.” Temporada de Ctrl Z.