“Hacia principios de los noventa, China comenzó a importar toneladas de casetes y CD provenientes de las industrias discográficas de Estados Unidos y Canadá. Se trataba de excedentes, o sobreproducción, que terminarían en plantas de reciclaje. Para evitar que fueran consumidos como lo que eran -música-, pasaban previamente por una sierra eléctrica, como un paso obligado en el proceso de convertirse en basura. El nombre que se le daba a esos casetes y CD una vez salidos de la sierra era DAKOU.
Dakou (大口) en chino tiene varias acepciones. Significa ‘hacer roturas o aperturas’, o ‘dañar’ un objeto. El mismo término puede aplicarse a las personas. Dakou es dañar a una persona. Un daño leve, como por ejemplo un cachetazo, pero con la condición de que deje una marca. Dakou en ambos casos (objetos y personas), entonces, implica una marca.
Casetes cortados o levemente cortados: casetes dakou. CD cortados o aplastados: CD dakou. Jóvenes que reciclaban comprando, revendiendo, reparando y escuchando esas cintas: jóvenes dakou. Toda una generación de personas cuyas vidas e identidades quedaron ‘marcadas’ por esa experiencia: generación dakou.
Contrariamente a lo que podría pensarse, no había resentimiento en la práctica del dakou, sino provecho y funcionalidad. Así como tampoco hay nostalgia en el texto de Yan Jun -uno de aquellxs jóvenes dakou-, ni mitificación de una época dorada. El dakou funcionó y fue vivido por fuera del árido debate de la ilegalidad. De hecho, pensarlo como subversión a un orden establecido sería encajarlo a presión y sin éxito en una categoría occidental.
Reparar y escuchar esos casetes fue clave para la generación dakou, un aprendizaje que no tenía maestros. Se escuchaba sin recomendación, sin criterio, sin circuito oficial, sin medios ni publicaciones legitimadoras, sin bagaje (…). Y fue, ante todo y justamente, una posibilidad, una mutación, una continuación, un pasaje, el camino hacia otra cosa. “
Gabriela de Mola, introducción a Generación Dakou, de Yan Jun (Dobra Robota, 2020)