”No soy un neomenemista”, decía Mariano Canal el lunes, en un tuit sobre la literatura de Jorge Asís y el “tropo argentino” de “salvarse, pegarla, agarrar una, la idea de que el destino argentino depende de un golpe de suerte”.
La palabra sobrevuela hace rato; reloaded desde que Sergio Massa asumió como “superministro”.
“Menemismo” fue siempre una categoría más cultural que histórica. Será por eso que se habla de “giro neomenemista” desde el comienzo de este gobierno, y antes, desde la campaña de 2019 (hay meme). Dicen que la idea fue fogoneada por Marcelo Longobardi y el mismo Asís. Tuvo un pico cuando asumió como jefe de gabinete Juan Manzur (“el Menemcito”, N55P05); otro cuando la vicepresidenta recibió a Carlos Melconian. Funciona como un chiste entre libertaries jugando a ver quién es más ultra; se cita con sorna un tuit que en 2019 pronosticaba: “Fernández va a rumbear a una suerte de neomenemismo aliado al peronismo ortodoxo”. El menemismo como aspiracional, tierra prometida libertaria. Una profecía que busca autocumplirse, ante un grupo para el que ningún ajuste es suficiente. Seguía palabras de Guillermo Calvo en julio de 2019: “Hay que hacer cosas políticamente muy impopulares, que solo se pueden hacer si se rompe la economía”. Cristiano Ratazzi soñaba un “peronismo neomenemista” en octubre de 2019.
Ahora periodistas como Jorge Fernández Díaz sueñan: “Lo mejor que les podría pasar es que el kirchnerismo entre en una fase neomenemista”. Jorge Asís escribió: “Lo que resta del kirchnerismo debe entregarse a una versión neomenemista de la historia”.
Antes el término se aplicó al gobierno de Mauricio Macri, no como aspiracional sino como crítica. Y antes, al de Cristina Fernández (en particular, a Sergio Massa, en 2014). En febrero de 2009, Carlos Kunkel definía el acercamiento entre Mauricio Macri, Felipe Solá y Francisco De Narváez como una “alianza del neomenemismo”. Carlos Menem todavía era senador; lo fue hasta su muerte, el 14 de febrero de 2021.
“Se terminó el alfonsinismo, empieza el menemismo (?)”, leí hace unos días, y algo ahí me pegó. Quizás más la primera parte que la segunda: algo de las ilusiones (otra vez) perdidas.